- Habla sobre el país que le brindó su formación académica y científica
- Honestidad, honradez, humildad y humanismo, valores del nuevo agrónomo
Preocupado y ocupado en pro de la conservación y el buen manejo de los suelos agrícolas, Prometeo Sánchez García, profesor-investigador del Colegio de Postgraduados de Ciencias Agrícolas y consultor agrícola, relata para Agro Excelencia sus experiencias, aciertos y motivaciones profesionales que lo llevaron a posicionarse como uno de los especialistas en suelos más relevantes de América Latina.
Prometeo, nacido en Uruapan, Michoacán, por el trabajo de su padre, Daniel Ángel Sánchez Pérez, creció en Apatzingán, una ciudad prominentemente agrícola de esa entidad mexicana donde, durante los años 70 del siglo XX, se cultivaba melón, pepino y algodón.
“Mi papá trabajaba por esos años en la Comisión Nacional de Recursos Hidráulicos, actualmente una mezcla entre la Comisión Nacional del Agua y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. Él era un abogado muy prestigioso con un perfil que atendía las cuestiones agrícolas. Por esta razón, nos llevaba mucho al campo, en donde observaba problemas de uso de agua y de tierras”.
“De estas vivencias nació parte de mi vocación para con el campo, esa buena voluntad para poder trabajar. Sin duda, todo esto fue motivo para seguir una carrera como ingeniero agrónomo. Me cautivó su nobleza y libertad”.
El campo: una noble labor
Una de las alegrías que tuvo Prometeo cuando era joven fue ser testigo y partícipe de la generosidad y la afabilidad que tienen las personas que trabajan en los campos agrícolas. “Veía cómo la gente con agrado iba a trabajar en este entorno. Había una convivencia muy fuerte y agradable entre las familias”.
“Como nuestras visitas eran constantes, me tocó ver desde la siembra hasta la cosecha. Cuando llegaba ese tiempo había una gran celebración. Cocinaban, por ejemplo, un chivo entero y otros alimentos, y en el campo había una relación muy sana y bonita entre los trabajadores, nosotros y los dueños de las agrícolas. Mis hermanos y yo convivimos con los hijos de los trabajadores y de los agricultores. No había rivalidades sociales: era hermoso”.
“Ya lo decía el filósofo romano Cicerón: ‘La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre’, y yo siempre digo que la agricultura te hace libre. Es una vocación muy digna y altamente benéfica para la sociedad”.
Pone rumbo a tierras lejanas
Tras haber tenido una niñez y adolescencia inmerso en el campo, en 1982 Prometeo decidió ingresar a la Facultad de Agrobiología en Ciencias Agrícolas, en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en su natal Uruapan.
“Inicié mis estudios como ingeniero agrónomo; sin embargo, en 1983 conseguí una beca y me fui a estudiar a la Facultad de Agronomía de la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, en la ciudad de Moscú, en la entonces Unión Soviética, donde viví 10 años. En ese país culminé mi formación, terminando la ingeniería y continuando con la maestría y doctorado. Fue hasta el año de 1993 que regresé a México”.
“Hasta la fecha aún me lo sigo preguntando: ¿cómo fui capaz a los 17 años de irme y estudiar a otro país? En aquel tiempo, la información internacional era extremadamente limitada. Mi abuelo, Daniel Sánchez Núñez, estaba suscrito a una revista llamada China Popular, en donde obtuve información sobre la Unión Soviética, su cultura y sus paisajes maravillosos”.
Prometeo puntualiza que, en esos años, la Unión Soviética era de los países más poderosos del mundo, en competencia directa con Estados Unidos de América.
“Tuve la oportunidad para irme a estudiar a otros países: Alemania, Inglaterra, Estados Unidos de América, pero me decidí precisamente por la Unión Soviética, nunca motivado por cuestiones políticas, sino simplemente porque me parecía un país hermoso y desconocido para mí”.
“En septiembre de 1983 tomé mi vuelo hacia Moscú. No sabía qué iba a pasar. Mi mamá se despidió con lágrimas de mí, y yo estaba emocionado y a la vez triste por mi decisión. Sabía que iba a estudiar, pero no imaginé el país al que llegaría”.
“Fue un desafío, pero si me preguntaran si volvería a estudiar en la Unión Soviética, sin duda lo haría con mucho gusto, porque recibí muy buena educación: fui becado desde la licenciatura, y mi maestría y doctorado no me costó ni a mí, ni a mis padres. Gracias al conocimiento que obtuve de este hermoso país me he desarrollado como profesional en el ámbito académico y, desde 2010, como consultor. Fue una experiencia enriquecedora profesional y personalmente”.
El artículo completo está disponible en el número 36, páginas 14, 15, 16, 17 y 18, de su revista Agro Excelencia.