Viva Orgánica, empresa comprometida con los mejores estándares de calidad

  • El director general, Roberto Blanco, comparte algunas técnicas que utilizan para tener cosechas seguras y sanas

Con tres centros de producción repartidos en Culiacán, Sinaloa; En­senada, Baja California, y Sayula, Ja­lisco, Viva Orgánica cultiva todo el año los productos que cosecha y exporta en su totalidad a Estados Unidos y Canadá, principalmente.

     “En Culiacán nos beneficia la temporada de invierno, porque aquí básicamente no hace frío. En Ensenada aprovechamos la ventana fuerte, que es de mayo a septiembre, y en Sayula se aprovecha de sep­tiembre a diciembre. De esta manera, se cierra todo el ciclo de nuestros productos, para poder brindar el servicio a los contratos que tenemos y también poder producir de manera estandarizada durante todo el año”, explica Roberto Blanco Zazueta, director general de la compañía.

     En la unidad de Culiacán cuentan con 72 hectáreas de agricultura pro­tegida, 36 de pepino europeo, la cual se va a dos ciclos; 15 hectáreas de tomate uva o grape, 15 de tomate bola y 5 de minipepper, detalla.  Además, se tienen también hectáreas a campo abierto, informó a una delegación organizada por Sinaloa Encanta, evento organizado por el líder de berenjenas, Eduardo Leyson Castro.

     Una ventaja de manejar la empresa como corporativo, indica el director general, es la estandarización de los procesos, pues en sus tres centros de producción se imple­mentan los mismo estándares de calidad, se cuenta con las mismas certificaciones y se trabaja bajo los mismos procedimientos.

Protección

Los invernaderos de Viva Orgánica están bien protegidos para evitar la propagación de plagas en los cultivos, sobre todo cuando en los alrede­dores terminan las cosechas en campo abierto, pues en esos momentos se corre mayor riesgo de infestación.

     Roberto pone como ejemplo la entrada y salida de tractores para recoger la cosecha: “Nosotros acarreamos la cosecha en tractores. Llegan, entran, suben las cajas de cosecha y salen en el promedio en el que abren las puertas para entrar al invernadero y luego cerrarlas. Pueden ser hasta dos minutos, pero en esos dos minutos no tienen idea de lo que pudo haber entrado, como mosca blanca, trips o pulgones”.

El artículo completo está disponible en el número 20, páginas 12, 13 y 14, de su revista Agro Excelencia.

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