¿Es Fusarium el mismito demonio?

Jesús Ignacio Simón Zamora. Ingeniero agrónomo.
Grupo GAIA

  • La biodiversidad de los suelos, remedio a nuestros desequilibrados ecosistemas
  • A repoblar los suelos con microorganismos nativos

Hace unos meses estuve leyendo un libro de un gastroenterólogo japonés. Me llamó la atención de cómo aborda el tema de los microbios. Él menciona que los microorganismos del cuerpo humano son más numerosos que las células del cuerpo mismo y no todos son patógenos. Solo un reducido número de ellos. Sin embargo, la medicina moderna basa todas sus investigaciones y recursos en suprimir a los microorganismos. Estas investigaciones de los microbios se han desarrollado principalmente para conocer a los que producen enfermedades, dándonos medicamentos para “combatirlos”, sin valorar que la gran mayoría de ellos ejercen funciones favorables a nuestra salud.

¿Qué con los patógenos?

El gastroenterólogo se permite una bella analogía de nuestros intestinos con el suelo. Así como este último debe tener una vida diversa, nuestros intestinos también. Entonces ¿qué con los patógenos? ¿En qué momento los microbios o microorganismos se convierten en causantes de enfermedades? ¿Podemos hablar de los microorganismos malos y buenos? ¿Cómo podemos enfrentar a los “malos” o “patógenos”, sin afectar al resto de microorganismos que realizan funciones vitales para los humanos, así como para las plantas?

      En la medicina, como en la agricultura, se emplean actualmente una serie de sustancias de síntesis química que resultan muy perjudiciales para la salud humana. Por “curar” una enfermedad se provocan daños “colaterales”, incluso más graves de lo que se quería controlar.

El artículo completo está disponible en el número 12, páginas 7-9, de su revista Agroexcelencia.

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