José Inés Bazán Mota
Ingeniero Agrónomo
LIDA de México
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De manera natural, las plantas cuentan con tres líneas de defensa, dos de ellas pueden ser activadas
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Vacunas que desencadenan reacciones de inmunidad innata en las plantas
La inmunidad innata es un mecanismo natural desarrollado por las plantas a lo largo de su evolución para adaptarse al ambiente y al entorno desfavorable en el que crecen. Esta inmunidad es el más robusto y eficaz entre los distintos sistemas de defensa con que la planta cuenta.
De manera natural, la inmunidad innata es activada por el reconocimiento de un patógeno (hongo, bacteria, virus…) por parte de la planta; sin embargo se ha comprobado que para desencadenarla no es indispensable la presencia de un microorganismo, sino solo de ciertas sustancias presentes en sus células. Es así como ha surgido el concepto de vacuna vegetal.
En el mercado existe el nombre comercial de fitovacuna vegetal, que corresponde a los conceptos empleados en este texto.
¿Qué son las vacunas vegetales?
Las vacunas vegetales son productos cuyo principio activo permite desencadenar las reacciones implicadas en la inmunidad innata de las plantas.
Estas no solo protegen a los cultivos contra enfermedades (por lo que pueden ser incluidos en un manejo integrado), sino también cuentan con los siguientes particularidades:
- Tienen un marcado efecto vigorizante, es decir, son capaces de incrementar el porte, grosor de tallo, lámina foliar y raíces desde la etapa de plántula en vivero.
- Mejoran el establecimiento postrasplante y fortalecen los tejidos de las plantas tratadas.
- Aumentan el potencial crecimiento vegetativo de las plantas y de rendimiento final de cosecha, incluyendo su calidad.
Antes de explorar los aspectos innovadores de las vacunas vegetales, es necesario adentrarnos en los mecanismos que las plantas han desarrollado en respuesta a la interacción con su ambiente físico y las relaciones con otros organismos.
El micromundo de las defensas naturales de las plantas
Las plantas son organismos sésiles (fijos, sin movimiento) que viven en ambientes ricos en microorganismos, algunos de los cuales pueden causarles enfermedades, por lo que su supervivencia depende en gran medida de:
- Su habilidad para una rápida detección del patógeno.
- Una eficiente respuesta de sus sistemas defensivos.
La resistencia de las plantas a enfermedades es muy robusta; de hecho, es aceptado que esto generalmente ocurre de manera habitual, y las enfermedades son más bien un estado de excepción. Así las plantas de forma natural cuentan con tres líneas de defensa:
Primera línea de defensa. Constituida por la pared celular de las plantas, compuesta por sustancias que dificultan el paso de patógenos hacia el protoplasma, el material viviente de la célula.
Segunda línea de defensa. Se trata de un mecanismo complejo conocido como inmunidad innata, primaria o inespecífica, pues es activo contra cualquier tipo de patógeno.
Este mecanismo se manifiesta en la construcción de nuevas barreras (a base de callosa, un polisacárido que forma una segunda pared celular temporal en respuesta a un estrés o daño) y el reforzamiento de las barreras ya existentes (con lignina, responsable de proporcionar rigidez a la pared celular). Es además el causante de una señalización generadora de fitoalexinas y otras sustancias eficaces en la defensa contra patógenos de los cultivos.
Tercera línea de defensa. Es igualmente un mecanismo de protección activa contra los patógenos: se conoce como resistencia sistémica adquirida, e involucra una señalización de gran alcance hacia todos los órganos de la planta.
El artículo completo está disponible en el número 37, páginas 8 a 11, de su revista Agro Excelencia